Iniciarás tu peregrinación en A Guarda, una pequeña villa asomada al Océano Atlántico, apadrinada por la desembocadura del Miño y el Monte Santa Tegra. Aquí encontrarás el yacimiento arqueológico más importante del noroeste peninsular, de obligada visita para todos los caminantes.

El mar será el auténtico protagonista de tu aventura. Caminarás paralelo a una costa escarpada y agreste; encontrándote preciosas villas marineras que, además de su belleza paisajística tienen un importante valor histórico y monumental por sus monasterios y fortalezas.

A pesar de su innegable belleza, se trata de una ruta jacobea poco concurrida, perfecta para unos días de desconexión y tranquilidad. Y a diferencia de otros caminos igual de solitarios, encontrarás una gran variedad de servicios, bares y restaurantes en los que peregrinos y locales se unen brindando con exquisitos vinos y deliciosos platos de pescado y marisco.